Imágenes de largas filas que ocupan varias calles se repiten este domingo en Chile por las restricciones sanitarias y la gran expectación en torno al plebiscito constitucional, considerada la votación más importante en tres décadas y que transcurre con total normalidad.
En algunos barrios capitalinos como La Florida, Providencia, Ñuñoa y Maipú los ciudadanos reportaron largas filas de hasta dos horas para depositar su voto. También se registraron aglomeraciones a las afueras de los consulados en Berlín, Londres y Madrid.
«Estoy impresionada de ver a tanta gente, adultos mayores y jóvenes, no como en anteriores elecciones. La gente quiere un cambio«, aseguró a Efe Sandra Recabarren, tras votar en la ciudad costera de Viña del Mar.
«Esta jornada va a pasar a la historia de Chile y es posible que tengamos por primera vez una Constitución escrita por los ciudadanos«, apuntó por su parte a Efe Leonardo Espinosa, de 29 años.
Cerca de 14,8 millones de chilenos decidirán en las urnas si quieren o no reemplazar la actual Carta Magna, heredada de la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990), y qué tipo de órgano debería redactar el nuevo texto.
El plebiscito, convocado para descomprimir la grave ola de protestas desatadas el año pasado contra la desigualdad y en favor de mejores servicios básicos, se celebra bajo estrictas medidas sanitarias y de distancia física, que podrían explicar en parte las largas filas.
La participación, que aún se desconoce, es el gran desafío de esta votación, pues puede verse mermada por el miedo al contagio y por la alta abstención instalada en Chile desde que el voto dejó de ser obligatorio en 2012.
«Hemos visto hasta el momento un alto interés por participar, locales de votación con muchas personas«, indicó el vocero gubernamental, Jaime Bellolio.
Los locales de votación estarán abiertos 12 horas, dos más de lo habitual, y los adultos mayores tienen un horario especial a medio día. Las autoridades también decretaron un retraso en toque de queda nocturno para permitir a los vocales regresar a sus casas tras el conteo.
EFE