Un grupo de víctimas de graves violaciones a los derechos humanos denunció este viernes, ante el Panel de expertos de la Organización de Estados Americanos (OEA) sobre Venezuela, las torturas y asesinatos perpetrados por el régimen de Nicolás Maduro.
La primera en dar su testimonio fue Olga González, viuda de Leonardo González -asesinado por agentes de la Policía de Carabobo durante las protestas de 2017-, quien relató el calvario que ha tenido que atravesar en el sistema judicial venezolano para intentar obtener justicia.
Denunció que la mayoría de los casos por asesinatos en las protestas de 2017 aún permanecen impunes, y en los que ha habido alguna condena es solamente contra autores materiales y no contra la cadena de mando. «Nosotras, las madres, esposas, hermanas, mantenemos nuestra esperanza de justicia genuina en los organismos interacionales», manifestó.
«Aunque protestar sea un derecho, en Venezuela es visto como un delito y te asesinan por eso, y en el mejor de los casos te pueden meter preso», expresó González, quien admitió sentir temor por lo que le pueda suceder al regresar a Venezuela tras hacer esta denuncia.
«Sí, me da miedo, porque todos sabemos los horrores que se viven en las cárceles de Venezuela, pero a pesar del miedo no estoy dispuesta a callar y voy a seguir luchando», dijo.
"A pesar del miedo, no estoy dispuesta a callar y voy a seguir luchando".
Olga González, viuda de Leonardo González, asesinado en las protestas de 2017, exigió en la OEA justicia para las víctimas de crímenes de lesa humanidad en Venezuela https://t.co/RUM6Bv3oJ4 pic.twitter.com/yqdoiczBp8
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Torturas del SEBIN
El segundo en hablar fue el joven Jesús Alemán, quien denunció las torturas sufridas tras ser detenido por agentes del Servicio Bolivariano de Inteligencia (SEBIN) en el estado Portuguesa en enero de 2018.
«Me tapaban la cara con una bolsa negra que me cortaba la respiración. Ponían algo alrededor de mi cuerpo, una especie de goma espuma, y me golpeaban con lo que presumía era un bate. Me golpeaban la cabeza, me aturdían y esa faja también me la colocaban en la cara», relató.
Entre lágrimas, denunció que también fue sometido a torturas psicológicas y otro tipo de tratos crueles: «me decían que cada aplauso que recibíamos en las concentraciones, lo iba a sentir en golpes, que me viera completamente solo, que tenía las de perder porque nadie me iba a ir a salvar. Me preguntaban por dirigentes políticos y cada silencio en mi interrogatorio era equivalente a otra paliza. Después de cada golpe escuchaba cómo se reían y disfrutaban el momento. Sus risas también eran tortuosas. Me mojaban en el suelo y me daban descargas eléctricas en la espalda y en el tórax».
Alemán contó que, durante su reclusión, padeció diversas enfermedades infecciosas y de la piel por las condiciones insalubres de las celdas y sobrevivió a un motín en el que prisioneros comunes se enfrentaron con armas y granadas.
El joven Jesús Alemán denunció, ante el Panel de expertos de la OEA sobre crímenes de lesa humanidad, las torturas que sufrió en el SEBIN https://t.co/RUM6Bv3oJ4 pic.twitter.com/vF1sa0IWno
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Un preso de El Aissami
El joven Nixon Leal fue el tercero en tomar la palabra para denunciar las torturas sufridas en la Dirección General de Contrainteligencia Militar (DGCIM), tras ser acusado de «terrorista» por el entonces vicepresidente del régimen, Tareck El Aissami, quien paradójicamente hoy está preso luego de haber caído en desgracia por ser descubierto en una conspiración contra Maduro.
«Nunca se me respetó el debido proceso. Fui uno de los primeros civiles procesados ante una corte militar por delitos que no cometí. Fui acusado por terrorismo y traición a la patria. Me sembraron armas para justificar mi detención. El vicepresidente de la dictadura en aquel momento, Tareck El Aissami, me señaló en cadena nacional ante todo el país como terrorista peligroso y jefe de una célula insurgente armada. Fui víctima de desaparición forzada. Nadie sabía en dónde estaba detenido. Mi mamá me buscó hasta en la morgue y nadie le dio razón de mi paradero», relató.
Contó que en la DGCIM fue recibido por el capitán Daniel Sosa. «En este lugar me torturaron durante días. En un pequeño baño de este lugar me desnudaron y con las manos esposadas hacia atrás, un hombre de negro me dio golpes en el estómago sacándome el aire, me tomó del cuello, me pegó de la pared y me ahorcaba por lapsos de tiempo, mientras que me preguntaba en dónde estaban las granadas que ellos mismos habían sembrado. Luego me quitaron las esposas para poder vestirme, taparon mi rostro con una capucha y me llevaron a una oficina. Y ahí continuó mi calvario, porque me sentaron en una silla, ataron mis manos a ella y me quitaron la capucha. Frente a mí, un escritorio, un hombre con una carpeta tomando apuntes como si estuviera en una entrevista de trabajo, mientras otros hombres manoseaban mis hombros como preparándome para lo que venía».
Leal denunció que allí fue sometido a un interrogatorio. «Como no decía lo que ellos querían escuchar, otro hombre se paraba enfrente de mí y me daba fuertes golpes en la cara. El tipo del escritorio hablaba después de los golpes, decía que si no colaboraba esto subiría de nivel. Pero antes de hacerme reflexionar decía que era mejor que hablara porque aquí no valen los derechos humanos. Aquí no vas a leer ni la Biblia. Bienvenido al infierno«.
En su paso por la DGCIM fue llevado por el primer teniente Saúl Méndez a un calabozo llamado «El cuarto de los locos» donde fue sometido a otros tratos crueles. «Las paredes eran acolchadas con goma de espuma forrada en una tela color verde, verde oscuro. El cuarto estaba bastante oscuro. La poca luz que había provenía del pasillo que entraba por debajo de la puerta. Siempre hacía frío por el aire acondicionado. Y dentro había un pote vacío de agua mineral que se usaba para orinar en ese cuarto de tortura».
De vuelta a la oficina de los interrogatorios, fue atado a la silla. «Me sacaban el aire con golpes en el estómago, levantaban la capucha que tenía en el rostro, me echaban insecticidas cerca de la nariz y la boca para que eso fuera lo que inhalara cuando intentara recuperar el aire. El mismo proceso lo repetían con gas lacrimógeno, lo cual era más peligroso para mí porque resulta que soy alérgico al gas lacrimógeno. Eso congestionó mis vías respiratorias. Eso me ocasionó un paro respiratorio. Estaba perdiendo la conciencia y casi no podía respirar. Me sacaron de esa oficina y me llevaron a otra en donde estaba un médico que me estabilizó con inyecciones».
Tras recuperarse de la asfixia, Leal fue llevado nuevamente a la oficina de los interrogatorios. «Querían que grabara un vídeo en donde admitía la culpa y a su vez debía señalar a varios dirigentes políticos para inculparlos con varios delitos. Pero por negarme, uno de ellos deslizó sus dedos sobre mis hombros y me dijo que entonces las cosas iban a subir de nivel. Se afincó sobre mis hombros, sujetó una de mis manos y me clavó tres chinches debajo de las uñas. Uno amarillo, uno azul y uno rojo. Y así continuó mi tortura entre esa oficina y el cuarto de los locos. Las primeras 72 horas antes de ser presentado ante un tribunal», denunció.
El joven Nixon Lean denunció, ante el Panel de expertos de la OEA sobre crímenes de lesa humanidad, las torturas sufridas en la DGCIM: "Fui víctima de desaparición forzada, mi mamá me buscó hasta en la morgue" https://t.co/RUM6Bv3oJ4 pic.twitter.com/8IAiEAT4fN
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Torturadores identificados
El capitán Luis de la Sotta, quien estuvo más de cinco años preso por una supuesta conspiración, también participó en la audiencia en la sede de la OEA, donde relató las torturas a las que fue sometido en la sede de la DGCIM.
«Fui esposado fuertemente con las manos hacia atrás, causándome flagelación. Me cubrieron el rostro con una carpeta de manila apretada fuertemente a mi cabeza con cinta de embalaje. Me introdujeron en un cuarto de dos por dos totalmente oscuro llamado ‘El Tigrito’, una celda de tortura donde cuatro funcionarios militares de la DGCIM me torturaron física y psicológicamente durante cuatro días. Me asfixiaron en reiteradas ocasiones con bolsas plásticas hasta provocarme sangrado en la nariz, me colocaron pistola en la sien simulando una ejecución con palos me golpearon en las costillas, las rodillas y las piernas. Me privaron del sueño colocándome en posición de estrés, golpeándome cada cierto tiempo con gritos, me aislaron celularmente, me inducían el miedo a morir. Me privaron de comida, agua potable y mis medicamentos para la presión arterial. Tuve que orinarme encima pues no me permitieron ir al baño», denunció.
Aseguró que los funcionarios que lo torturaron fueron el mayor Néstor Nectalí Blanco Hurtado, el teniente de navío Abel Angola, el capitán Jonathan Eduardo Becerra Requena y el teniente Saúl Moisés Méndez Calderón.
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Casas clandestinas de tortura
La Misión Internacional Independiente de Determinación de Hechos de Naciones Unidas ha documentado que en Caracas existen al menos 17 casas clandestinas de torturas de la DGCIM. A una de ellas fue llevado Demóstenes Quijada durante su detención en 2019.
«Fui torturado con golpes y también con la exposición al sufrimiento de otros compañeros torturados, dado que ellos en su elaborada dinámica de tortura psicológica, conocen que ese es un recurso muy valioso para ellos para lograr romper la psiquis y la voluntad de quienes estamos bajo cautiverio político. En todo momento fui tratado como un prisionero de guerra, y no sólo porque así se sintiera, sino porque en efecto, así lo verbalizaban de manera directa. Era señalado de forma permanente como un prisionero de guerra, lo cual es absolutamente lógico con su proceder, pues ellos consideran enemigo a cualquiera que esté dispuesto a trabajar por la libertad y la democracia en Venezuela», relató.
Quijada denunció que fue sometido a «sesiones de más de 20 horas colgado de mis muñecas, esposado en altura, una altura considerable. Recuerdo que por mi cabeza pasaba que siendo yo una persona de talla media alta, quedaba prácticamente de puntillas, lo que me hace pensar que una persona baja podía quedar inclusive colgando. En esa circunstancia, desnudo, esposado permanentemente, siendo sometido a periódicos baños de agua helada en un espacio reducido, con un sistema de enfriamiento evidentemente sobredimensionado para generar unas temperaturas muy bajas que eran difícilmente soportables en ocasiones. Ahí, mientras intercalaban la tortura con el interrogatorio, fue donde por primera vez recibí la aplicación de descargas eléctricas en la zona lumbar de mi espalda. Prácticas como esas se desarrollaron a lo largo de los cinco meses».
Demóstenes Quijada denunció, ante el Panel de expertos de la OEA sobre crímenes de lesa humanidad, las torturas sufridas en las casas clandestinas que tiene la DGCIM en Caracas https://t.co/RUM6Bv3oJ4 pic.twitter.com/2k1EY53GR4
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