El secretario de Estado de EE.UU., Antony Blinken, inicia hoy una visita a Turquía, un país que se había ofrecido para mediar al estallar el conflicto en Gaza, pero que ha endurecido en los últimos días su postura contra el Gobierno israelí por sus ataques de represalia tras los atentados de Hamás.
La reunión con el ministro de Exteriores turco, Hakan Fidan, que se celebrará mañana, se centrará en «la situación en Gaza, asuntos regionales y las relaciones bilaterales», según una nota del ministerio turco, en un momento en el que las posturas sobre el conflicto palestino de ambos países son más divergentes que nunca.
No solo el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, ha negado que el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, sea ya un interlocutor válido, sino que éste ha descartado toda negociación con Hamás.
Además, Blinken rechazó ayer considerar un alto el fuego durante una reunión en Amán con representantes de seis países árabes.
Israel y Turquía han retirado a sus respectivos embajadores, empeorando unas relaciones bilaterales que justo se estaban recuperando tras años de distanciamiento.
La crisis turco-israelí afecta gravemente a las relaciones turco-estadounidenses, ya que Turquía achaca la responsabilidad de los bombardeos israelíes sobre Gaza a Washington y en general a «Occidente», por su resuelto apoyo a Israel, explica a EFE en conversación telefónica el analista turco Oytun Orhan.
Durante la reunión con Blinken, Fidan intentará presionarle para que rebaje su apoyo a Netanyahu y conseguir un alto en la invasión terrestre de Gaza y mejores condiciones para una intervención humanitaria, cree Orhan.
Blinken, por su parte, se centrará en el día después del conflicto armado, intentando convencer a Turquía de que suavice su tono contra Israel, Estado al que Erdogan acusa de crímenes de guerra y de asesinar a civiles, lo suficiente para no imposibilitar una recuperación de las relaciones una vez que haya terminado la guerra.
«Todo lo que se estaba negociando entre Turquía e Israel en los meses pasados, como los proyectos de exploración conjunta de gas natural, se ha tenido que congelar. Ahora, Estados Unidos busca evitar una ruptura total y mantener la relación en un nivel que permita volver a abrir esa puerta el día después», analiza Orhan.
Turquía, tradicional aliado de Israel, se ha perfilado como portavoz de la causa palestina desde la llegada al poder de Erdogan en 2002, aunque sin romper nunca del todo con Tel Aviv.
La primera crisis, consecuencia del asalto israelí al buque Mavi Marmara en 2010 en el que murieron 10 activistas turcos que se dirigían a Gaza, desembocó en 2011 en la retirada de embajadores, aunque en 2016, ambos países restablecieron relaciones.
En 2018, la crisis desencadenada por el traslado de la embajada estadounidense de Tel Aviv a Jerusalén causó una nueva ruptura, resuelta cuatro años más tarde con el regreso de los embajadores e, incluso, una visita del presidente israelí, Isaac Herzog, a Ankara, en marzo pasado.
El acercamiento, prometedor para proyectos energéticos en el Mediterráneo oriental, se rompió tras el ataque terrorista de Hamás del pasado 7 de octubre, que dejó 1.400 muertos, y la dura respuesta de Israel contra la Franja de Gaza, en la que han muerto ya 9.700 personas.
Erdogan no sólo ha acusado a Israel de cometer una masacre en Gaza, sino que ha negado que el brazo armado de Hamás sea un grupo terrorista, como sí consideran EEUU y la Unión Europea, y ha llegado a describirlo como «un grupo de luchadores por la libertad».
EFE