El ministro chino de Exteriores, Qin Gang, recibió este domingo en Pekín al vicecanciller ruso, Andrey Rudenko, un día después de que el grupo de merecenarios Wagner encabezara una rebelión armada contra el Ministerio de Defensa de Rusia que se extendió unas 24 horas, informaron fuentes oficiales.
Gang y Rudenko abordaron «las relaciones entre China y Rusia, y asuntos internacionales y regionales de interés para las dos partes«, informó de forma escueta el Ministerio de Exteriores del país asiático, que no divulgó más detalles.
Por el momento el Gobierno chino no se ha posicionado ni ha emitido ningún comunicado oficial sobre los acontecimientos, que sí tuvieron una amplia repercusión tanto en los medios estatales como en las redes sociales del gigante asiático.
En Weibo, el equivalente chino a Twitter -red censurada en el país-, las etiquetas sobre la revuelta figuran entre las más buscadas desde este sábado.
«Un solo incidente no tendrá un impacto directo en China o en sus relaciones con Rusia», sostuvo el director del Centro de Estudios sobre Rusia y Asia Central de la Universidad de Fudan, Feng Yujun, citado por el diario hongkonés South China Morning Post.
Pero Feng precisó que «la situación internacional general, incluyendo el devenir de la guerra en Ucrania, la incertidumbre sobre el desarrollo de Rusia a futuro, los retos geopolíticos y los cambios significativos en el entorno de China tendrán un profundo impacto histórico» en el país.
Mientras, el investigador del Instituto Americano de la Academia China de Ciencias Sociales Liu Weidong destacó que China considera a Rusia u aliado clave, por lo que estabilidad interna es crucial para Pekín, especialmente dado el deterioro de las relaciones del país asiático con Occidente.
Por ello, vaticinó un aumento de la comunicación e intercambios de China con Rusia y con su presidente, Vladímir Putin.
Tras declararse en rebeldía, el Grupo Wagner cruzó el sábado la frontera rusa, ocupó la ciudad de Rostov en el Don y envió cuatro columnas en una «marcha de la justicia» hacia Moscú, según la bautizó el jefe de los mercenarios, Yevgueni Prigozhin, con el fin de sustituir la cúpula militar rusa, a la que culpa de los fracasos del Ejército ruso en Ucrania.
El presidente ruso calificó la revuelta de «traición» y solo gracias a la mediación de su homólogo bielorruso, Alexandr Lukashenko, se logró un acuerdo con Prigozhin que puso fin a la sublevación. EFE