El diseñador de moda francés Pierre Cardin, quien se hizo famoso por llevar la ropa de diseño a las masas y por ser el primero en explotar su nombre como marca para vender de todo, desde autos a perfumes, murió el martes a los 98 años.
En una carrera de más de 60 años, Cardin generaba admiración y rechazo de otros diseñadores de moda por su atrevido olfato para los negocios e influyó en los desfiles con sus vestidos espaciales y futuristas, con cortes geométricos y patrones.
Cardin, quien fue mentor de diseñadores como Jean Paul Gaultier, estuvo activo en los círculos de la moda hasta el final, como guía de jóvenes talentos, asistiendo a fiestas y eventos y visitando su oficina de París en un Jaguar.
El negocio
Cardin es el primer diseñador en vender colecciones de ropa en tiendas departamentales a fines de la década de 1950 y el primero en licenciar su marca para perfumes, accesorios e incluso alimentos, ahora un importante impulsor de ganancias para muchas casas de moda.
“Para mí, es igual si hago mangas para vestidos o patas para mesas”, decía una reveladora cita en su página web.
Es difícil imaginar décadas después que los chocolates Armani, los hoteles Bulgari y los lentes Gucci estén basados en el entendimiento de Cardin de que el glamour de una marca de moda tiene un potencial infinito de mercadotecnia.
A lo largo de los años, su nombre ha estado en afeitadoras, artículos para el hogar y accesorios vulgares, como boxers baratos.
Estadista
Una vez dijo que no le importaba que sus iniciales, PC, estuvieran en rollos de papel higiénico, y también fue la inspiración para botellas de perfume fálicas.
Sus detractores lo acusaron de destruir el valor de su marca y la noción del lujo en general. Pero a él parecía no afectarle las críticas.
“Tuve olfato para comercializar mi nombre”, dijo Cardin al diario alemán Sueddeutsche Zeitung en 2007. “¿El dinero arruina nuestras ideas? No sueño con el dinero para nada, pero mientras estoy soñando, estoy haciendo dinero. Nunca se ha tratado de dinero”, agregó.
Su vida
Cardin nació en Venecia el 2 de julio de 1922, hijo de padres franceses de ascendencia italiana, y fue educado en la no tan glamorosa ciudad francesa de Saint Etienne.
Comenzó a trabajar como sastre a los 17 años en la cercana Vichy y en algún momento soñó con ser actor, haciendo algunos trabajos en el escenario, de modelaje y baile profesional.
Cuando llegó a París en 1945, hizo máscaras teatrales y el vestuario de la película de Jean Cocteau, “Beauty and the Beast”. Un año más tarde, se sumó a la entonces desconocida Christian Dior.
Su primer emprendimiento comercial importante, cuando se asoció con la tienda departamental Printemps a fines de la década de 1950, hizo que lo expulsaran del refinado sindicato de diseñadores de moda franceses, la Chambre Syndicale de la Couture.
Su imperio incluye perfumes, alimentos, diseño industrial, propiedades, entretenimiento e incluso flores frescas.
Fiel a su gusto de los diseños futuristas, Cardin también era propietario del Palais des Bulles, o Bubble Palace, además de un chateau en el pueblo de Lacoste que perteneció alguna vez al Marqués de Sade.
Cardin dijo que privilegiaba la originalidad por encima de todo lo demás.
“Siempre traté de ser diferente, de ser yo mismo”, dijo Cardin a Reuters. “Si a la gente le gusta o no, no es lo que importa”, concluyó.