Cristales rotos, estatuas destruidas, muebles destrozados o carbonizados: ese es el panorama que todavía se ve este martes en la sede del Tribunal Supremo de Brasil, el edificio público que quedó peor parado en el ataque de los bolsonaristas del pasado domingo.
Las autoridades permitieron a la prensa registrar este martes los daños que dejaron prácticamente en ruinas este palacio, que es de largo el que sufrió más la furia de la turba de extremistas que pretendían derrocar por la fuerza al presidente Luiz Inácio Lula da Silva.
«¿Cómo llegamos a esto? También me siento destruido. Tenemos que luchar para que ese día 8 nunca se repita», dijo a periodistas el magistrado Gilmar Mendes, decano del Supremo Tribunal Federal.
Frente a la sede del tribunal, todavía permanecía un vehículo destruido de la Policía Judicial, mientras que agentes de la Policía Federal continuaban en el interior del edificio, tratando de tomar huellas dactilares y otras pruebas.
Varias paredes y ventanales tenían pintadas con la frase «perdiste, imbécil», con un error garrafal de ortografía en portugués.
La furia de los extremistas no salvó ni siquiera las obras de arte de los palacios, causando daños irreparables en algunas y robando otras.
En la sede del Supremo fueron atacadas con aerosoles la escultura monumental «A Justiça», de Alfredo Ceschiatti; así como varias estatuas de personalidades históricas y un tapiz que perteneció a la princesa Isabel, hija del emperador Pedro II.
El ataque golpista también causó cuantiosos daños en la sede del Congreso Nacional y en el palacio presidencial de Planalto, edificios ubicados en la plaza de los Tres Poderes de Brasilia.
Sin embargo, la destrucción no impidió al presidente Lula comenzar a trabajar en su despacho desde este mismo lunes, en el día posterior a los ataques, en un gesto que buscaba mostrar normalidad.
Con información de EFE
Vía Agência Senado