La veterana disidente cubana Berta Soler lo tiene claro cuando se le pregunta por qué sigue al frente del movimiento Damas de Blanco por los presos políticos tras más de 20 años: «Resistencia y conciencia», dice en entrevista a EFE.
Esta habanera de 60 años, que ha sido detenida casi todos los domingos desde 2022 por tratar de salir a misa en señal de protesta, asegura que siente que últimamente «la represión se ha recrudecido».
«Si estás consciente de lo que haces y por qué luchas, no importa ni la edad ni la enfermedad ni que te metan en un calabozo, porque esto lo hacen los domingos para amedrentarnos, para que nos cansemos, para que tengamos miedo y desistamos», señala.
Con esa premisa asegura: «Vamos a seguir saliendo a las calles, haciendo nuestro trabajo, porque si hay conciencia, amor por lo que haces, sigues».
«Yo elegí este camino porque lo necesita mi pueblo, porque lo necesitan los presos», añade Soler, que pretender seguir «hasta que sean todos libres».
Para ella, y para toda Cuba, argumenta, las manifestaciones antigubernamentales del 11 de julio de 2021 (11J), las mayores protestas en décadas, supusieron un antes y un después, y está convencida de que podrían repetirse.
Según la ONG Prisoner Defenders, en Cuba hay actualmente más de 1.100 presos políticos, una denominación que Soler defiende «porque ellos salieron a manifestar su desacuerdo con el régimen aunque no militaban en ninguna organización disidente» y, por tanto, «son presos políticos, no bandoleros».
«Sucedió el 11J que el pueblo salió a exigir libertad, democracia y derechos. Los motivos que llevaron a estas personas a salir a las calles están presentes y cada día se agravan más», subraya apuntando también a la grave crisis que sufre la isla.
Soler dice que ahora «el pueblo habla, expresa su descontento, su preocupación y no hay quien le salga el paso a defender esta llamada revolución» y cree que «un día van a volver a salir a las calles».
«En cualquier momento puede haber otro 11J, pero más grande», advierte.
Hostigamiento
Considera que el «hostigamiento» que sufre por parte de la Seguridad del Estado, «la persecución, los arrestos y las amenazas de encarcelamiento», es porque las autoridades creen que los disidentes pueden «tomar parte y activar, incentivar, apoyar y guiar» si surge una protesta.
Sobre su caso, afirma que ella y su marido, el expreso político Ángel Moya, tienen una «vigilancia constante». Además de las tres cámaras en los alrededores de su vivienda, sede de las Damas de Blanco, refiere seguimientos permanentes y la detención de los disidentes que tratan de visitarla.
«No tenemos una vida libre, normal, como cualquier ciudadano. La vida cotidiana nuestra no es tan cotidiana», resume.
Soler explica que de las 450 Damas de Blanco que llegaron a ser, ahora apenas quedan activas 40. La mayoría abandonaron el país, mientras que otras se encuentran en la cárcel por participar en el 11J, como Aymara Nieto, Jacqueline Heredia, Sayli Navarro, Sissy Abascal y Tania Echavarría.
Primavera negra
Soler fue una de las primeras Damas de Blanco, un colectivo que surgió para demandar la liberación de sus familiares: los 75 disidentes, periodistas independientes y activistas condenados en la ola represiva de la llamada Primavera Negra de marzo de 2003.
Explicó que siete mujeres comenzaron a asistir a misa los domingos en la iglesia habanera de Santa Rita para «orar y abogar por la libertad» de sus familiares.
«Después se nos unieron otras, decidimos vestirnos de blanco porque ello significa paz, amor y pureza, y salíamos a caminar con un gladiolo en las manos», recuerda. Dos años después recibieron el premio Sájarov de la Unión Europea (UE) a la Libertad de Conciencia.
Entre aquellos condenados estaba su esposo, quien tras salir de prisión en 2011 decidió permanecer en Cuba, a diferencia de lo que hicieron muchos de sus pares, y continuó con su activismo.
Ni Soler ni Moya contemplan abandonar Cuba, aunque ella asegura que la Seguridad del Estado se lo ha propuesto. Ellos querrían viajar fuera -sus hijos y nietos viven en Estados Unidos- pero temen que las autoridades no les dejen volver a entrar y hay precedentes. EFE