El secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA) Luis Almagro aseguró que en Venezuela es necesario un proceso de “cohabitación” con “contrapesos”, pero advirtió que «prácticamente» no hay nadie preparado para ese ejercicio.
«La cohabitación es un ejercicio para el cual no he visto prácticamente a nadie preparado en Venezuela. Pero eso lo hace aún más necesario, en el sentido de que implica un ejercicio de diálogo político real, de institucionalidad compartida, de poderes del Estado compartidos. Compartir el Ejecutivo es complejo y muy difícil. En un esquema de tensión permanente, tiene que estar tan detalladamente regulado que la mejor fórmula sigue siendo la fórmula suiza de sistema colegiado. El ejemplo regional es la Constitución uruguaya del 52″, escribió Almagro en su artículo «El infierno del sendero que jamás se bifurca» en su columna publicada en el semanario Crónicas, de Uruguay.
«Compartir es contrapesar. La cohabitación sin contrapesos puede transformarse en complicidad. El esquema de cohabitación a discutir en un proceso de diálogo debe dar garantías de contrapesos para quienes cohabitan. En caso contrario será una frustración más», agrega.
A continuación, parte del artículo publicado en Crónicas:
Hace más de seis años denunciamos en la OEA que Venezuela padecía una crisis humanitaria, denunciamos violaciones sistemáticas de derechos humanos y crímenes de lesa humanidad, el comienzo de una crisis migratoria incipiente, ejecuciones extrajudiciales, tortura, presos políticos, inhabilitación arbitraria de candidatos. Fuimos acusados de mentirosos, de radicales, de servir a espurios intereses, de actuar en contra de la unión de los pueblos latinoamericanos y un largo etcétera.
El tiempo fue poniendo las cosas en su lugar. Todas las denuncias fueron refrendadas por informes posteriores de otros organismos especializados y también por el sufrimiento de las personas que debieron emigrar llevando la verdad sobre esa cruel realidad a prácticamente cada país de este hemisferio. A esta altura, en todos los países de la región hay alguien que conoce una persona venezolana que tuvo que emigrar debido a aquellas condiciones denunciadas.
Por supuesto que quienes toman la realidad como parte de una guerra de relatos quiere meter a la crisis venezolana en la misma bolsa que otras crisis, problemas o dificultades que puedan enfrentar los otros países de la región. Pero esto no es una guerra de relatos, y negar el sufrimiento de millones de personas a su vez adolece de una prácticamente absurda ignorancia o una profunda hipocresía.
No existen parámetros para querer meter en esa bolsa la mayor crisis migratoria de la historia hemisférica, de dimensión global con números semejantes a las crisis migratorias de Siria luego de años de conflicto o comparable con Ucrania, víctima de una guerra de agresión. Imposible asimilar otras situaciones regionales con una crisis humanitaria que ha sido el origen de esa crisis migratoria prácticamente incomprensible para un país de los más ricos en recursos en este hemisferio y cuyo pueblo sufre desnutrición y mortalidad infantil en números exponenciales, imposibilidad de acceder a medicamentos, a alimentación, lo cual llevó, de acuerdo con agencias especializadas, a tener 9 millones de personas con hambre o riesgo de hambre.
Imposible comparar con otras esta crisis de violaciones sistemáticas de derechos humanos y de crímenes de lesa humanidad que comete el régimen y que ha llevado a que por primera vez se abriera una investigación por parte de la Corte Penal internacional para un país latinoamericano.
Definitivamente todas estas variables llevan a decir que es ridículo comparar la crisis venezolana con cualquier otra crisis hemisférica ya sea en una dimensión cuantitativa como cualitativa.
No ha sido exactamente la falta de procesos de diálogo lo que ha afectado la situación política del país sumergiéndola en una crisis tan profunda, de desinstitucionalización, de falta de garantías y de libertades individuales, de ineficiencia administrativa y de capacidades productivas. Por supuesto que la acumulación de todas estas crisis puede subsumirse en una sola crisis: la superlativa crisis política en la que se impuso un régimen dictatorial en el que vive el país.
Los procesos de diálogo han sido más de 10; obviamente, ya sea la OEA o personalmente, hemos participado en algunos.
Hemos buscado soluciones desde momentos tempranos tratando de evitar llegar a este desbarrancamiento.
Los hechos no ocurren por causa de aquellos que denunciamos que eso iba a pasar y que advertimos que ese no era el camino. Siempre advertimos que no puede resolverse ninguna situación política del país con continuidad de violaciones de derechos humanos, debilitamiento extremo de las instituciones políticas y económicas que llevan además a la ineficiencia productiva.
El problema ha estado en aquellos que cobijaron ese régimen en esas diversas fases de deterioro o de crisis o de colapso o de quebrantamiento del orden constitucional que hoy el país vive.
Venezuela continúa por el sendero de destrucción, de falta garantías, de falta de opciones de vida para la gente. Todavía contamos presos políticos, torturados, ejecuciones extrajudiciales, actividades criminales como narcotráfico, minería ilegal, contrabando, corrupción.
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